domingo, 1 de febrero de 2009
*Trastornos de la personalidad*
Psic. Ana Lorena Arnáiz García
Artículo Publicado en www.todamujer.com del 30.01.2009
Desde que somos niños todos nos caracterizamos por tener “una forma de ser” que se va construyendo al paso del tiempo, a partir de nuestras relaciones, nuestras experiencias, la manera de comunicarnos, la costumbre, la cultura y muchos otros factores más. Esta forma de ser constituye nuestro carácter, que representan las respuestas repetitivas que desarrollamos para enfrentar toda clase de situaciones. Por ejemplo, una persona con carácter depresivo tenderá a mostrarse apático y negativo ante circunstancias benéficas, así como difíciles.
El carácter es parte de nuestra vida cotidiana, y todos tenemos algún tipo de carácter. Generalmente, nos referimos a él como “la personalidad”; se trata de patrones que se mantienen permanentemente y que, a diferencia de la conducta, es algo difícil de cambiar por uno mismo. El origen etimológico de “carácter” viene del griego “charazo” que significa esculpir, así podemos ver que la palabra hace alusión a aquello que ha quedado “grabado” en un individuo. La palabra “personalidad” viene del latín “persona” cuyo significado es “máscara”, refiriéndose a la careta con que nos mostramos para que nos perciban los demás.
La personalidad está determinada por la herencia y el ambiente. Algunos de sus componentes como la inteligencia, la sensibilidad y la flexibilidad pueden tener una poderosa influencia genética; esto se puede distinguir desde las primeras semanas de vida. Hay bebés que al primer sonido extraño saltan y lloran, otros, en cambio, pueden pasar dormidos muchas horas ininterrumidamente. Así mismo, algunos talentos artísticos como la música, las lenguas o la coordinación psicomotriz tienen una amplia base genética. Todo esto pierde o gana valor en relación a la participación de la familia, la sociedad y la cultura, cuyo papel es ayudar a reforzar o castigar estas influencias y así modular esta carga.
Los componentes sociales de la personalidad son fuerzas estimulantes y restrictivas que operan desde el exterior del individuo; algunos de ellos son: los valores, las metas, los estímulos y las prohibiciones. En este sentido, la educación y la relación con la familia de origen desde la primera infancia son factores determinantes.
Es sabido que en personas de origen genético análogo se producen características de personalidad distintas, de acuerdo al lugar donde crecen y se desarrollan; esto está comprobado gracias a estudios hechos en gemelos, que por razones ajenas, se crían en ambientes y familias por separado.
Hay dos tipos de modelos para clasificar la personalidad, el primero de ellos es el descriptivo que se empezó a desarrollar en el siglo II D.C con Galeno, quien dividía los temperamentos en relación a los cuatro elementos de la naturaleza. Él consideraba que estaban representados en cuatro fluidos o humores presentes en el hombre: sangre, bilis, bilis negra y linfa. Para Galeno la “normalidad” se relacionaba con el equilibrio de estos cuatro componentes en cada persona. Los excesos resultaban en personalidades “características”, como: el sanguíneo optimista, bilis amarilla temperamento colérico, bilis negra es causa de un temperamento melancólico y la linfa conduce a un temperamento linfático. Hay intentos más recientes de correlacionar aspectos bio-psicológicos de la personalidad como las hechas por Jung, Reich, Kertschmer, o la tipología de Sheldon, que responden a una necesidad de delimitar variedades de personalidad y su función es más bien de clasificación que descriptiva.
El segundo modelo, el dinámico, busca describir formas individuales de sentir, pensar y actuar, las tendencias de la personalidad forman estructuras que operan de manera consciente e inconsciente en el individuo a través de los instintos, las necesidades y las pulsiones. Este modelo, basado en el desarrollo psicosexual planteado por Freud explica el desarrollo del carácter como resultado de la frustración o satisfacción de necesidades instintivas que adquieren predominio en cada etapa del crecimiento. Así se definen el carácter oral, anal y genital, expresándose a través de mecanismos de defensa como la regresión, la transformación en lo contrario, la identificación, la racionalización etc.
Hay muchos rasgos de personalidad que son saludables, dan un sentido de identidad y armonía permitiendo que las relaciones con otras personas sean flexibles y satisfactorias. En cambio, hay rasgos exagerados, rígidos y fuente de sufrimiento para el propio sujeto y para quienes lo rodean. Es entonces cuando empezamos a pensar en que la persona está sufriendo un trastorno de la personalidad.
Las personas que presentan un trastorno de la personalidad despliegan un estilo de conducta que muestra en forma extrema sus rasgos dominantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS), por medio de la Clasificación Internacional de Enfermedades, destaca en su última edición las siguientes categorías catalogadas como trastornos de personalidad: paranoide, esquizoide, antisocial, limítrofe, histriónico, obsesivo, ansioso y dependiente.
Para saber si se está padeciendo un trastorno de la personalidad es importante tomar en cuenta dos factores: generalmente quién lo padece difícilmente reconoce que “su manera de ser” es un problema para los demás, aunque resulta casi evidente que ya no está pudiendo comunicarse y desempeñarse de manera satisfactoria socialmente. El segundo es que las respuestas de la persona que sufre un trastorno de la personalidad empiezan a estereotiparse, y se convierten en algo dolorosamente predecible para sus allegados a lo que, el referido, responde con un singular “pues así soy yo”. Generalmente, quienes padecen un trastorno de la personalidad acuden a tratamiento por la presión que ejercen en él quienes los rodean y quienes más los quieren, y dentro del proceso se obtienen resultados satisfactorios que benefician tanto a quien lo padece cómo a quienes lo rodean. Los trastornos de personalidad son controlables, y debemos comprender que el estrés al que estamos sometidos en esta vida postmoderna provoca que nos encontremos con ellos cada vez con más frecuencia.
Si conoces a alguien que presenta estas características o eres tú mismo quien se identifica con lo anteriormente mencionado, no dudes en buscar ayuda, ya que sí hay una solución Por medio del tratamiento psicoanalítico se reconstruye la historia del individuo, definimos nuestra personalidad, nos autoregulamos y aprendemos a hacernos responsables de nosotros mismos, lo que nos permite llegar a mejorar nuestro carácter, antes que nada ,en beneficio propio y en segundo lugar, en beneficio de quienes nos rodean y nos quieren.
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